«Entonces por
primera vez nos damos cuenta de que nuestra lengua no tiene palabras para
expresar
esta ofensa, la destrucción de un hombre»
Primo Levi
En la mañana del viernes 1 de septiembre de 1939, casi a
la misma hora que Alemania invadía Polonia dando comienzo a la Segunda Guerra
Mundial, el abuelo era detenido y trasladado a la cárcel de Torrubia del Campo
en prisión preventiva. Ese día cumplía 44 años y como tantos otros españoles leales a la República, pasaba a
engrosar el catálogo franquista de destrucción humana.
Es posible que el abuelo solo permaneciera una noche en la cárcel
de su pueblo y que al día siguiente le
llevaran al improvisado campo de concentración instalado en el cine Alcázar de
Tarancón, donde se hacinaban más de catorce mil personas, o a un almacén de
cereales denominado Cámara de Capacha también convertido en prisión custodiada
por el temido Tercio de Requetés Virgen Blanca de Álava, o a la prisión conocida como Casa Parada,
ahora transformada en museo.
Cinco días después, el 6 de septiembre, la Auditoria de
Guerra solicita informe de conducta
social y política del abuelo, al mismo tiempo que por parte de Ceferino
Martínez Moreno, Eugenio Espada Fraile e Isidro Barranco Plaza, este último tío
materno del abuelo, se produce la siguiente denuncia:
“Que el 7 de diciembre de 1937, Arturo
Torres Barranco, de Izquierda Republicana, hizo uso del sello del partido para
informes y denuncias de miembros de Falange, a los que se había pedido se
impusiera la pena de muerte”
El 14 de septiembre asiste a la práctica de diligencias ante el
capitán de la Guardia Civil y Jefe local del SIPM (Servicio de Información
Policía Militar) en Cuenca. En su declaración el abuelo confirma su
pertenencia a Izquierda Republicana, así como que fue el fundador del partido
en abril de 1936, aunque posteriormente pasó a ocupar el cargo de Tesorero de
la organización. Añade que en septiembre de 1936 y por parte de miembros del
Frente Popular, se solicitó a Izquierda Republicana informes sobre determinadas
personas de la localidad, todas “fascistas
y peligrosos” y se le convocó a una
reunión a la que no acudió, pero si firmó y selló los informes solicitados,
manifestando que no se arrepentía de haberlo hecho.
Era habitual en estos interrogatorios a la “horda
marxista” que los miembros del SIPM pasaran de las palabras a los insultos y de
los insultos a los golpes y si se extralimitaban nada ocurría pues gozaban de la misma impunidad que sus herederos. Sobraba gente envenenada por los ideales
marxistas. Sobraba media España, la misma a la que el dictador estaba dispuesto
a fusilar para cumplir sus objetivos según confesó a Jay Allen en una
entrevista.
Desconozco en qué condiciones se produjo el
interrogatorio del abuelo, pero es evidente que su falta de arrepentimiento no
debió ser recibida con muy buena cara y fue más que suficiente para que por
parte de la Auditoria de Guerra de Tarancón se le procediera a instruir un
sumarísimo de urgencia con fecha 18 de septiembre de 1939 (1654/29). Unos días
antes era trasladado esposado y bajo vigilancia de la Guardia Civil, que era
quien distribuía a los prisioneros en las distintas cárceles, a la prisión
provincial de Cuenca, donde ingresó el 10 de septiembre a las tres de la tarde.
El sumario iniciado siguió su curso lento pero implacable.
María Torres
Nieta de un republicano español.
No hay comentarios:
Publicar un comentario