"Que los presos encuentren pronto en el seno de sus familias la paz, el trabajo y la venturosa confianza que les arrebató la vesania marxista, y sobre ellos hay que actuar en atención a conseguir que interioricen la certeza de que forman parte de una “comunidad nacional justa, próspera y bien encaminada” porque los reclusos que salen a la calle “se encuentran con un país que no conocen, porque el concepto y la emoción de una Patria sólo se adquieren gozándola y sufriéndola a todas horas, bajo los cielos de la libertad”.
Ángel B. Sanz
Director General de Prisiones
Viernes, 22 de febrero de 2013.
Para que al abuelo le fuera concedida la libertad
condicional o la prisión atenuada como fue en su caso, se hacía imprescindible
la presentación de un aval ante la Comisión Provincial de Clasificación y
Excarcelamiento de presos y detenidos, que previamente debía remitirse al
Auditor.
Los avales que los prisioneros podían presentar debían ser los de los comandantes militares o comandantes de puesto de la Guardia Civil, párrocos, alcaldes, y cabecillas de entidades patrióticas de solvencia. Esto era la “Operación Aval” denominada por los reclusos “avalado sea dios”.
Se supone que había que demostrar la limpieza de antecedentes políticos. Este no era el caso del abuelo, cuya implicación con la República y su compromiso político fue significativo, pero tras la “cruzada” el Estado quería purificación y tras la “redención” carcelaria y el miedo que atenazó la vida de los vencidos, que arrastrarían durante años el peso de la culpa, había que bajar la cabeza, intentar salir de aquel infierno que era la prisión, volver a casa con la familia que también soportaba el estigma de los derrotados y condenados rojos.
El abuelo contó con un inmejorable aval fechado el 12 de noviembre de 1941. Firmado por el Alcalde de Torrubia del Campo, Ramón Salmerón Herráiz, así como el jefe local y el jefe de información de Falange Española y Tradicionalista de las J.O.N.S. del municipio, Antonio Morán y Jesús Espada respectivamente, informando que “no ven inconveniente en que el convecino Arturo Torres Barranco recluido actualmente en la Prisión Seminario de Cuenca, como presunto responsable de algunos sucesos ocurridos en la localidad durante la dominación marxista, le sean concedidos los beneficios de la libertad condicional o prisión atenuada, el que de ellos corresponda en su caso según las leyes vigentes, ya que reconocen que su culpabilidad no es grave ni lo conceptúan peligroso, siendo por tanto posible, la convivencia con el mismo en este municipio”.
Quien promovió ese aval, seguramente tras un exhausto trabajo con los jefes de Falange y ayudó al abuelo cuando estaba en prisión apoyándole, haciendo de soporte jurídico y empeñándose en conseguir sacarle de aquel infierno fue Ramón Salmerón, que además de Alcalde en aquellos tiempos era maestro de la localidad. Casado con una rica heredera de una prestigiosa familia conquense, disponía de las influencias necesarias para ello.
Ramón Salmerón puso de manifiesto con este y otros actos, que existe una realidad que no tiene en cuenta las ideologías y esta realidad no es otra que el compromiso de vida y solidaridad con las personas.
Tan sólo existió un detalle que no tuvo en cuenta: adjuntar una póliza de tres pesetas con el aval. Este incumplimiento provocó que el Auditor de Guerra de Aranjuez devolviera el mismo el 21 de noviembre de 1941 al Jefe de la Prisión del Seminario de Cuenca y requiriera nuevamente su presentación cuando éste cumpliera todos los requisitos.
María Torres.
Nieta de un republicano español.
Los avales que los prisioneros podían presentar debían ser los de los comandantes militares o comandantes de puesto de la Guardia Civil, párrocos, alcaldes, y cabecillas de entidades patrióticas de solvencia. Esto era la “Operación Aval” denominada por los reclusos “avalado sea dios”.
Se supone que había que demostrar la limpieza de antecedentes políticos. Este no era el caso del abuelo, cuya implicación con la República y su compromiso político fue significativo, pero tras la “cruzada” el Estado quería purificación y tras la “redención” carcelaria y el miedo que atenazó la vida de los vencidos, que arrastrarían durante años el peso de la culpa, había que bajar la cabeza, intentar salir de aquel infierno que era la prisión, volver a casa con la familia que también soportaba el estigma de los derrotados y condenados rojos.
El abuelo contó con un inmejorable aval fechado el 12 de noviembre de 1941. Firmado por el Alcalde de Torrubia del Campo, Ramón Salmerón Herráiz, así como el jefe local y el jefe de información de Falange Española y Tradicionalista de las J.O.N.S. del municipio, Antonio Morán y Jesús Espada respectivamente, informando que “no ven inconveniente en que el convecino Arturo Torres Barranco recluido actualmente en la Prisión Seminario de Cuenca, como presunto responsable de algunos sucesos ocurridos en la localidad durante la dominación marxista, le sean concedidos los beneficios de la libertad condicional o prisión atenuada, el que de ellos corresponda en su caso según las leyes vigentes, ya que reconocen que su culpabilidad no es grave ni lo conceptúan peligroso, siendo por tanto posible, la convivencia con el mismo en este municipio”.
Quien promovió ese aval, seguramente tras un exhausto trabajo con los jefes de Falange y ayudó al abuelo cuando estaba en prisión apoyándole, haciendo de soporte jurídico y empeñándose en conseguir sacarle de aquel infierno fue Ramón Salmerón, que además de Alcalde en aquellos tiempos era maestro de la localidad. Casado con una rica heredera de una prestigiosa familia conquense, disponía de las influencias necesarias para ello.
Ramón Salmerón puso de manifiesto con este y otros actos, que existe una realidad que no tiene en cuenta las ideologías y esta realidad no es otra que el compromiso de vida y solidaridad con las personas.
Tan sólo existió un detalle que no tuvo en cuenta: adjuntar una póliza de tres pesetas con el aval. Este incumplimiento provocó que el Auditor de Guerra de Aranjuez devolviera el mismo el 21 de noviembre de 1941 al Jefe de la Prisión del Seminario de Cuenca y requiriera nuevamente su presentación cuando éste cumpliera todos los requisitos.
María Torres.
Nieta de un republicano español.
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