miércoles, 27 de febrero de 2013

14. Expediente procesal de Arturo Torres Barranco. Primera parte.

 
 
 
Sábado, 16 de febrero de 2013.


Tengo ante mi el expediente penitenciario del abuelo. Dos hojas, tres páginas rellenas con escasos datos. En eso se resume su encierro.
 
En una pulcra letra manuscrita aparecen en primer lugar sus datos personales:
 
Expediente procesal de Arturo Torres Barranco
natural de ... Torrubia de Campo ... provincia de ... Cuenca ...
vecino de ... idem ... provincia de ... ídem ...
hijo de ... Cecilio ...  y de ... Candelaria ...
edad ... 44 años ... profesión ... labrador...
instrucción  ... si ... religión ... CAR ...
estado ... casado ... hijos ... si ... núm. de ellos ... cuatro ...
antecedentes ... no constan  ... ingresa por  ... primera ... vez
Domiciliado en ... Torrubia del Campo ...
 
Me han llamado la atención las letras "CAR" en el apartado de religión. No he conseguido averiguar su significado hasta que Gabi me indica que lo que quiere decir es “Católica Apostólica Romana”.
 
Se encuentra sin cumplimentar el apartado de “Señas particulares”, destinado a detallar el color del iris de los ojos, cabello y piel, así como a indicar las características de las cejas, nariz, boca, barba, cara y talla. En su lugar aparece una numeración: 4814.
 
La fórmula dactiloscópica (entiendo que debe ser la huella dactilar) figura en blanco, y tampoco hay ninguna fotografía. Lo mismo ocurre con el apartado relativo a la Causa. El aparato de represión franquista tenía demasiado trabajo para entretenerse con detalles.
 
El abuelo ingresó en prisión a las tres de la tarde del 10 de septiembre de 1939, entregado por el agente Manuel Salvador, y fue puesto a disposición del Jefe del S.I.P.M. (Servicio de Inteligencia de la Policía Militar) con suplicatorio de dicho agente que “se une al expediente de Mariano Ortega Bustos”.
 
Cuatro días después, el 14 de septiembre de 1939, asiste a la práctica de diligencias al S.I.P.M. según “Me hago cargo”, ¿? que se une al expediente de Domingo González Rodríguez, incorporándose el mismo día a la prisión.
 
El 15 de septiembre de 1939, en virtud de la orden del Jefe del S,I,P.M., que se une al expediente de Manuel Medrano Barranco, el abuelo pasa a disposición del Auditor de Guerra de la plaza.
 
Las anotaciones correspondientes al año 1939 terminan ahí, dejándome varias preguntas. No entiendo porqué se une cada actuación al nombre de otro preso, aunque he comprobado que siempre son detenidos del pueblo del abuelo y me pregunto qué o quien será “Me hago cargo”, pues se repite varias veces en el documento. Si alguien después de leer esto tiene una respuesta le agradecería contactara conmigo para informarme.
 
Ignoró si se trata de la Prisión Provincial de Cuenca o de la Prisión del Seminario de UIclés, ya que en ningún apartado se cita cual y las firmas del Jefe de la prisión como del Oficial son distintas en cada actuación. Además, en uno de los escritos que acompañan al expediente penitenciario, firmado por el abuelo, solicitando la prisión atenuada o la libertad condicional, éste señala que escribe desde la prisión del Seminario de Uclés. También cuento con un escrito de la Auditoria de Guerra de Aranjuez, responsable de la prisión del Monasterio.
 
Con la información que tengo en estos momentos me inclino a pensar que estuvo en ambas prisiones, pero desconozco que periodos pasó en cada y el motivo de que estuviera en las dos. A su vez se confirma que estuvo encarcelado en Uclés, algo que hasta ahora solo era una suposición por mi parte.
 
En 1936 el Monasterio de Uclés era hospital del VIII Cuerpo Médico del Ejército Popular de la República. Con la entrada de las tropas franquistas en marzo de 1939 se convierte de inmediato en campo de concentración y en enero de 1940 en terrorífica prisión hasta diciembre de 1943, en la que se hacinaban más de cinco mil prisioneros en su mayoría hombres, muchos de ellos condenados a muerte.
 
Durante casi los tres años que estuvo en funcionamiento la prisión del Monasterio, la represión y violencia franquista dejó una lista de 533 defunciones (hombres, mujeres y niños de edades comprendidas entre 3 y 72 años). Cientos murieron por palizas, inanición, torturas, frío, falta de asistencia médica y por los disparos de los centinelas a los que se premiaba con veinte duros y un mes de permiso por hacer blanco con los presos que se acercaban a las ventanas, aunque según los informes oficiales fallecían de “miocarditis aguda” o “avitaminosis”; Otros murieron delante de un pelotón de fusilamiento. Se fusilaba todos los sábados. Ese era el día que los reclusos escuchaban “La internacional” de las bocas de los compañeros que estaban a punto de morir.
 
No se conformaban con la privación de libertad, con el sometimiento de los vencidos, con las penurias materiales a las que se vieron obligados muchos, la mayoría. Además había que doblegar a los presos, aniquilando su identidad utilizando para ello toda la miseria integral de la que era capaz el sistema penitenciario franquista para después, decidir sobre sus vidas.
 
Me duele imaginar lo que allí debió vivir el abuelo. La degradación y transformación en un ser sumiso, reducido a la nada, que no sólo sufría la falta de libertad, sino la humillación y la miseria en todas sus facetas, pues ese era el objetivo de la represión franquista y de la cual la cárcel fue el eje.
 
Andrés Iniesta, cuya memoria nunca se rindió, nos dejó un valioso testimonio de su paso por la prisión del Seminario de Uclés en su libro de memorias “El niño de la prisión”, del que recomiendo su lectura.
 
El abuelo nunca nos contó aquello que tanto daño le hizo y que le acompañó durante el resto de los años que vivió.
 
Lástima que no sepa que ahora su voz es la mía.


María Torres
Nieta de un republicano español.


 
 
 

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